PRIMERA PARTE: LA CONVERSIÓN
En el evangelio encontramos muchos casos de enfermos que son sanados por Jesús. Cada uno de estos enfermos tiene algo, un signo externo, que identifica su enfermedad: el paralítico tiene una camilla, la hemorroisa tiene flujos de sangre, el ciego tiene un manto (que lo identifica ante los demás), el leproso lleva una campana al cuello, etc. Así mismo, cada uno de nosotros, también enfermos, llevamos algo que termina siendo signo de nuestra condición interior, y que traspasa todas nuestras experiencias de vida y afecta todas nuestras relaciones (con nosotros mismos, con los demás y con Dios).
Para ser sanados, debemos estar dispuestos a dejar atrás ese signo externo que cargamos. ¿Cuál es mi signo externo? ¿Qué es aquello que me gustaría dejar atrás? ¿Qué es lo que en verdad necesito cambiar? ¿Para qué quiero cambiar?