Solemos descubrir a Dios en los momentos más difíciles -cuando más lo necesitamos-, y con los más felices -cuando le agradecemos-. Más hay otras tantas ocasiones en las que su presencia nos elude, o al menos así se siente; momentos en los que al parecer Dios no estaba involucrado, o lo ocurrido no tenía nada que ver con Él.
En este encuentro hemos hecho una pausa de lo cotidiano para sensibilizarnos y tomar consciencia de la presencia de Dios en cada una de sus incontables manifestaciones en nuestra vida. Hemos puesto una lupa en varias escenas de nuestra historia, para descubrirlo en toda su plenitud manifestado a través de personas concretas, situaciones, signos, palabras, canciones, lecturas, sueños… e incluso lágrimas. Hemos salido cargados de sueños, comprometidos a prestar mayor atención a su presencia y a orar unos por otros. Hemos reafirmado la certeza de su presencia junto a nosotros.