Una vez más hemos tenido la dicha de celebrar la misa de las lenguas y las naciones en la catedral de Frankfurt, en las vísperas de la fiesta de Pentecostés. Y una vez más pudimos escuchar la Palabra de Dios en muchas lenguas y celebrar una liturgia especialmente rica en variedad, ya que cada país presente pudo aportar un toque de su propia cultura y tradición. La música fue extraordinaria, pues incluso aunque no comprendiéramos la letra de las canciones, nos ardió el corazón al entender que con cada canto estábamos adorando y alabando al mismo Dios, presentándole nuestra oración, nuestras necesidades y nuestra acción de gracias. Así mismo fue hermoso ver cómo el evangeliar fue al altar acompañado por un séquito de biblias en distintos idiomas, pues al fin y al cabo se trata del mismo mensaje de salvación. Y la procesión de ofrendas, especialmente bella porque cada comunidad quiso ofrecer a Dios lo mejor y más bello que tenían, en representación de todo un país.
¡Damos gracias a Dios por tan hermosa oportunidad de celebrar la fiesta de pentecostés, la fiesta de la Iglesia universal!